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jueves, 8 de febrero de 2018

El código secreto de Fernando el Católico, fue descifrado tras 500 años

El espionaje español descifró el código secreto de Fernando el Católico, un enigma de 500 años
Se trata de un alfabeto usado en las cartas ultra confidenciales entre el Rey y su mejor general, Gonzalo Fernández de Córdoba. Para develar el enigma, España apeló a expertos del Centro Nacional de Inteligencia



Hay euforia en España por el desciframiento de lo que hasta ahora era considerado "uno de los más importantes misterios de la Historia [de ese Reino]: el código de las comunicaciones secretas entre Fernando el Católico (1452-1516) y Gonzalo Fernández de Córdoba, héroe militar cuya figura se agranda a la luz de las misivas"

Eran los tiempos en que España se enfrentaba a Francia por el control del Reino de Nápoles, del que ambas coronas se consideraban legítimas dueñas. Los franceses lanzaron dos grandes ofensivas contra esa región de la península itálica. Eran también los tiempos finales del Papa Borgia (Alejandro VI, que muere en 1503), y de su hijo César, jefe militar vaticano, que llevaban una política pendular, oscilando entre aliarse con España -su tierra de origen- o con Francia, a la vez que intentaban ampliar y consolidar su propio poder territorial en Romaña.

En el terreno de las batallas, el hombre de Fernando el Católico (Fernando II de Aragón) era Gonzalo Fernández de Córdoba, llamado el "Gran Capitán" por su valiente y eficaz desempeño militar.

Se revela el modo en el cual el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) logró desentrañar este código, admirable por su eficacia en proteger los secretos de Estado del esposo de Isabel la Católica por más de cinco siglos. Si bien se conocían otras cartas, no cifradas, entre ambos hombres, la correspondencia sobre asuntos estratégicos de Fernando había permanecido inescrutable hasta ahora, porque no se conservaba la tabla de sustitución de letras y palabras por signos que el Rey y su brazo armado usaban en las cartas e informes intercambiados durante la campaña de Nápoles.

Reconstruirla fue una tarea de expertos. Concretamente, el Ejército español, custodio de esos documentos, confió la tarea al CNI, cuyos agentes confirmaron la gran "sofisticación" de este sistema de encriptado.

La historia del desciframiento del código fernandino empezó en el año 2015, cuando el Museo del Ejército, depositario de estos documentos, solicitó el auxilio de especialistas de Inteligencia para poder, al fin, acceder a un contenido hasta ahora sólo conocido por los destinatarios.



El CNI recogió el guante y, al cabo de más de dos años de trabajo, está en condiciones de presentar el resultado. El material de trabajo fueron dos cartas, fechadas el 27 de mayo de 1502 y el 14 de abril de 1506, que el Museo cedió a los expertos. En una de ellas, una pequeña pista permitió dar con la clave: al pie de la misiva, el rey Fernando había "traducido" de puño y letra unas pocas frases. Un "descuido" real que permitió tirar de la punta del ovillo.

Al no tener la tabla de equivalencias de los signos, el trabajo debía ser deductivo, a partir de esos mínimos fragmentos descifrados por el propio Fernando. El código usado era, dicen los especialistas, muy adelantado para su tiempo, al punto que recién en el siglo XVII aparecen sistemas similares.



Era una época belicosa, en un escenario que obligaba a largos y riesgosos desplazamientos por tierra y mar, por lo que el secreto de las comunicaciones y de las estrategias era vital.  A ello se aplicaron con ingenio el Rey y sus hombres, al punto que el código no pudo ser descifrado hasta ahora. Se trataba de uno muy complejo que combinaba varios métodos -desde tablas cifradoras hasta palabras con un significado oculto distinto del "normal"- y diferentes categorías de signos -de la letra al jeroglífico.

En el también llamado "código del Gran Capitán", para evitar que las repeticiones de signos facilitasen el descifrado, las letras y palabras más usadas en el español tenían más de una equivalencia; en ciertos casos, hasta cinco o seis correspondencias diferentes. Es decir, no había un sólo signo para cada letra. A fin de complicar más el sistema, algunos signos correspondían a combinaciones de letras. Otra dificultad es que las palabras eran escritas sin separación entre ellas o con una separación caprichosa.



Finalmente, un obstáculo no menor fue el castellano antiguo de estos mensajes, con muchas diferencias con el actual.



Pese a todo, partiendo de los signos conocidos gracias a la anotación del Rey, las dos cartas fueron descifradas, revelando la tabla de encriptado completa: 88 símbolos y 237 códigos de letras combinadas que ahora podrán ser usadas para "traducir" el resto de la correspondencia. Esto seguramente brindará información novedosa y precisiones sobre la etapa. Pero lo ya revelado muestra aspectos hasta ahora desconocidos acerca del vínculo entre ambos hombres que estaban además ligados por un parentesco lejano. La correspondencia entre la Corte de los Reyes Católicos y el Reino de Nápoles era constante: informes, órdenes, reproches… De las cartas surgen discrepancias entre el Rey y su Capitán en torno a temas como la contratación de mercenarios o enojos por decisiones inconsultas de Gonzalo de Córdoba.

Un historiador, especialista en la trayectoria del Gran Capitán -y biógrafo del personaje-, José Enrique Ruiz-Domènec, dijo a que esto muestra las muchas reservas que tenía el Rey "ante una campaña muy peligrosa en la que se jugaba mucho". "Y las expresa de un modo diferente a lo que decía en documentos oficiales", agrega.

Un dato que debería inspirar prudencia a todos los historiadores, en especial cuando se internan en temas de Estado. Los grandes políticos y estrategas suelen ser reservados sobre sus intenciones. Como decía Juan Domingo Perón, "la política es un juego de vivos, en el que gana el que sabe pasar por tonto sin serlo". O "el que logra pasar por tonto durante más tiempo". Algo que muchos investigadores del pasado suelen olvidar, apegándose a lo público y "oficial".

"Vamos a tener acceso a nuevas revelaciones (…). Yo mismo tendré que revisar mi biografía", admitió por ejemplo José Enrique Ruiz-Domènec.

Entusiasmado, anticipó: "Este logro es la llave para acceder a un nuevo fondo en el que conoceremos las intenciones reales y la cultura política del momento en el que eclosiona la época moderna". Ruiz-Domènec también confía en que esta investigación permita descifrar otras "claves empleadas en cartas similares de Génova y otras repúblicas, donde era tradición preservar bajo códigos las órdenes diplomáticas".

Las cartas confirman el genio político de Fernando el Católico, pero también que el "Gran Capitán" no le iba en zaga en ese talento. Concretamente, intuyendo una segunda y mejor pertrechada invasión francesa al Reino de Nápoles -que tomó desprevenido al Rey-, Gonzalo de Córdoba decide por su cuenta reclutar mercenarios para la defensa -Fernando le había ordenado limitarse a defender el Faro-, previendo que, desatada la campaña, los refuerzos desde España demorarían en llegar.  

Poco después, tendrá lugar la batalla de Ceriñola (1503) en la que, cerca de Cannas, el sitio donde Aníbal había derrotado a las legiones de Roma, y con la misma desventaja, Gonzalo Fernández de Córdoba obtiene una aplastante victoria para España sobre los franceses.

"De la táctica que puso en juego allí, nacerá la futura estrategia de los Tercios, llamada a dominar el escenario europeo durante más de un siglo", dice el diario español con indisimulado orgullo.

En las cartas, se espera también encontrar fundamentos para otras acciones del rey Fernando. "Gracias a lo que revelen las cartas podremos saber sus estrategias, sus temores, sus sentimientos ante esos acontecimientos que hasta ahora no hemos podido conocer", dice el historiador.

Esta expectativa es muy fundada, considerando que existen muchas otras cartas no cifradas entre ambos hombres y que éstas revelan un grado de confianza que habilita mucha franqueza. Por ejemplo, en una de esas epístolas sin codificar, Fernando el Católico hace catarsis contra su yerno, Felipe el Hermoso, que muy pronto le disputó el reino de Castilla, y se muestra indignado por el trato que le da a su hija Juana, que pasará a la posteridad como "la loca", en parte por obra de su propio marido. Escribe el Rey a su primo: "[Felipe] no se ha contentado con publicar por loca a la Reyna mi fija, su mujer, y enbiar acá sobre ello escrituras firmadas de su mano, e más he sabido que la tienen en Flandes como presa e fuera de toda su libertad. (…) …guárdela Dios, ya vos vedes que devo yo sentir de todo esto, e para con vos yo disimulo por no ponerla en más peligro fasta traerla, si a nuestro señor plugiere".

En otra de estas cartas, Fernando sugiere que sus soldados se casen en Nápoles, una propuesta coherente con la política de mestizaje que los Reyes Católicos exportaron al Nuevo Mundo : "Otrosí, porque es de creer que en estas guerras havrán enbiudado muchas mugeres de todas suertes en el Reyno de Nápoles, y muchas de aquellas y otras que están por casar, es de pensar que havrán plazer de casarse con españoles, diréis al dicho nuestro visorey que deve procurar que se casen en aquel Reyno todos los más españoles que ser pudiere, de los peones y de todas suertes, y si hay algunos lugares despoblados que se hayan de poblar que se pueblen de españoles".

En síntesis, quizás estas cartas obliguen a "reescribir algunos episodios importantes" de la historia española, como reflexiona, pero tal vez también permitan conocer o confirmar los fundamentos de los rasgos esenciales del Imperio español en sus tiempos de gestación.

Fuente: Infobae.com

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